domingo, 3 de enero de 2016

Alicia en el país de las maravillas



El Gato sonrió al ver a Alicia.
Parecía tener buen carácter, consideró; pero también tenía unas uñas muy largas y un gran número de dientes, de forma que pensó que convendría tratarlo con el debido respeto(...)
– ¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?
– Eso depende de a dónde quieras llegar –contestó el Gato.
– A mí no me importa demasiado a dónde… –empezó a explicar Alicia.
– En ese caso, da igual hacia dónde vayas –interrumpió el Gato.
– …siempre que llegue a alguna parte –terminó Alicia a modo de explicación.
– ¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte,  –dijo el Gato– si caminas lo bastante.
A Alicia le pareció que esto era innegable, de forma que intentó preguntarle algo más:
– ¿Qué clase de gente vive por estos parajes?
– Por ahí –contestó el Gato volviendo una pata hacia su derecha– vive un sombrerero; y por allá –continuó volviendo la otra pata– vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos.
– Pero es que a mí no me gusta estar entre locos –observó Alicia.
– Eso sí que no lo puedes evitar; –repuso el gato– todos estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás.
– ¿Y cómo sabes tú si yo estoy loca? –le preguntó Alicia.
– Has de estarlo a la fuerza; –le contestó el Gato– de lo contrario no habrías venido aquí.



Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas.